Este microrrelato tiene como premisa de partida la intertextualidad que consiste en la toma de referencia de la obra de otro autor, una película, o, como en mi caso, un suceso histórico.
Sus aires de grandeza y deseos de conquista desaparecieron al poco de llegar. Aquel exilio impuesto había sido para él una humillación que debía ser castigada con un levantamiento militar.
Nunca olvidaría esa fecha, 8 de marzo de 1936. Ese mismo día, habían acordado derribar al gobierno y restablecer el orden y el prestigio internacional del país. Ese mismo día, lo habían obligado a dejar su casa y a los suyos. Ese mismo día, la vio aparecer a ella. Tinerfeña de pies a cabeza, morena de ojos claros, nariz pequeña y labios jugosos. A pesar de adorar el español perfectamente pronunciado, su manera de hablar con acento cubano lo hipnotizó. Quedó atrapado en cada una de sus curvas y olvidó por completo su sensación de falta de hombría por la perdida de uno de sus testículos. Dejó de avergonzarse de su aflautada voz y, por supuesto, relegó en un rincón de su memoria la misión patriótica que le había sido encomendada y la que, amigos y casi hermanos, Emilio Mola, Luis Orgaz Yoldi o Villegas le habían confiado.
Por amor, ignoró su pasado en brazos de otros hombres y desdeñó la promesa de un futuro grande y glorioso. Atrás lo dejó todo. Sin embargo, el antes no lo abandonó y aquellos que él estimaba como casi consanguíneos, no pudieron perdonar su agravio. Lo mandaron asesinar de la forma más cruel porque, por su culpa, les fue imposible llevar a cabo su destino divino y su ilustre nación quedó en manos de míseros demócratas. Y aquélla por la que renunció a su sino repleto de honor y honra, fue la misma que le dio muerte clavando con saña en su vientre un puñal mientras le daba placer de la manera más carnal.
Y mientras el generalísimo moría lentamente, él despertó sobresaltado confiando que aquello no hubiera sido un sueño y que él, Federico, no estuviera en aquella prisión acusado de socialista y de realizar prácticas de homosexualismo. Solo por un instante dejó de sentir el más terrible de todos los sentimientos, el sentimiento de tener la esperanza muerta.
FIN
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M’ha agradat molt! Amb quina senzillesa i encuriosida passió es fa llegir aquest micro-relat. Gràcies!
Gràcies Josevi
M ha agradat Rosa. Quantes coses en tan poques línies.
Gràcies Sergi pel teu comentari i per suscriure’t al meu blog